A.O.N.C, Consciencia, Crecimiento Personal, dolor emocional, Trauma

EL SAGRADO ARTE DE REPARAR LAS HERIDAS 1: Sentir el dolor

Expansion by Paige Bradley

Un pequeño ratón africano es la clave que usa en este momento un equipo de científicos de la Universidad de Florida liderado por la bióloga Ashley Seifert, para comprender el increíble proceso denominado como regeneración celular. Este fenómeno que hasta ahora sólo había sido observado en crustáceos, reptiles, anfibios e insectos (por lo cual no era aplicable a los humanos), es descubierto en estos pequeños mamíferos del género Acomys Kempi. Estos ratones tienen una piel que se desprende fácilmente cuando deben huir de sus depredadores y luego se regenera totalmente sin dejar cicatrices. Una de las preguntas que se hace el equipo de científicos es, ¿Cómo se activó ese gen que está “dormido” en la mayoría de los mamíferos? Y ¿Cómo se pueden aplicar estos descubrimientos a las terapias para seres humanos?

Mirando a otro lugar y más atrás en la historia, uno de los líderes de una organización rebelde en contra de las políticas del Apartheid es encarcelado por 27 años, tras los cuales es liberado y termina convirtiéndose en el primer presidente negro de Sudáfrica. Nelson Mandela, líder de Paz que cambió la historia de su país, se convirtió en ejemplo de cómo los seres humanos podemos sanar heridas emocionales muy profundas, ayudando así a reparar el tejido social de nuestras comunidades y países.

Podemos sentir como propio el dolor de una humanidad que vive día a día las consecuencias de traumas sin sanar, que nos afectan personal o colectivamente generando caos, violencia, desesperanza, ansiedad, depresión y pérdida del sentido de vida (especialmente en las nuevas generaciones), creando una verdadera epidemia de miedo con todas sus expresiones, entre ellas el hecho de alimentar ese peligroso círculo vicioso compuesto por víctimas y agresores.

Si nos tomamos un momento para observar la naturaleza y la historia, podremos encontrar miles de ejemplos en los cuales la reparación, la reconciliación o la creación de nuevas estructuras es la solución para sanar en muchos niveles. Tal vez de esta manera podamos buscar respuestas que nos ayuden a todos a transformarnos para poder cambiar el presente y el futuro y sanar desde la piel hacia adentro.

Como persona y como terapeuta he podido percibir las huellas que los traumas personales y transgeneracionales pueden generar cuando no nos ocupamos de ellos sino nos limitamos a sufrir sus consecuencias y esperar que el “tiempo cure las heridas”. Dar ese paso en el cual nos hacemos cargo de nuestro propio dolor es la puerta a un camino rico en aprendizajes que comienza cuando nos atrevemos a observar nuestras luces y nuestras sombras, y nos aplicamos para aprender ese sagrado arte de reparar las heridas.

Hoy me hago estas preguntas:

  •  ¿Cómo hacer para descubrir e integrar los conocimientos y experiencias que nos permitan sanar? 
  • ¿Qué podemos aprender de la naturaleza? 
  • ¿Cómo hacer uso de lo que nos hace humanos para aprender a cuidar la vida y curar en vez de herir?

La ciencia nos habla de los mecanismos que usa la mente ante el dolor (freeze, fight, and flycongelarse, pelear y huir), que muchas veces empeoran la respuesta adaptativa del organismo y no constituyen una solución, sino que aumentan o enmascaran el miedo generando una cascada de respuestas que nos enferman física, emocional y mentalmente a los seres humanos.

Esos mecanismos provienen de zonas profundas de nuestro cerebro, del llamado “cerebro reptil”, que toma el control ante lo que considera una emergencia que pone en peligro la subsistencia. El problema viene cuando esas respuestas cuyo disparador es el miedo, se presentan en circunstancias como una entrevista de trabajo, un examen, o una situación cualquiera de la vida donde el peligro no es real sino imaginario, generando respuestas irracionales que nos alteran la vida.

La visión que cada uno tiene del mundo es única y se va construyendo a lo largo de los años, de las experiencias, y del conocimiento que adquirimos; esta visión está matizada por nuestra capacidad de observar el mundo de afuera y de adentro, por nuestra voluntad de tomar consciencia. 

En mi caso ha sido crucial la Sintergética para cambiar mis perspectivas interiores, como modelo que me ha enseñado la importancia de desarrollar esas cualidades del observador para conocerme interiormente, aprender a autogestionar mi salud y desarrollar la capacidad de sanarme en muchos niveles, especialmente aportando ese concepto de “darle sentido al dolor” que cambia totalmente la manera de mirar a las circunstancias difíciles de la vida.

Abrir los sentidos para aprender de la sabia naturaleza todo lo que tiene para compartirnos de millones de años de evolución, es también un paso esencial para comprendernos al interior, y entender cómo se expresan en nosotros los reinos mineral, vegetal y animal, que conforman las partes básicas de nuestra biología y fisiología, y que pueden ayudarnos a comprender cómo funcionan esas estructuras cerebrales que guardan memorias en forma de sensaciones y emociones representadas en el cerebro reptil y mamífero.

Para empezar este camino de observación, les invito a que hagamos un recorrido consciente por el bosque, y observemos no sólo la belleza de su expresión, sino las heridas, traumas, situaciones de estrés y dificultades que producen cambios y adaptaciones en la naturaleza, y permitamos que sean los minerales, vegetales y animales también nuestros maestros en el sagrado arte de reparar las heridas. 

En el siguiente artículo les compartiré mis observaciones y espero que juntos podamos aprender de este caminar estrategias para nuestra propia vida.

Marcela Salazar

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