
En mi bosque hay unas piedras y árboles enormes, vegetación de tierra fría que por estos días es exuberante gracias a las lluvias de la temporada, y que poco a poco atrae a pequeños roedores, otros mamíferos y aves que componen el ecosistema, los cuales son excelentes maestros para hablar de adaptabilidad, creatividad, cuidado de la vida y estrategias para sanar.
En mi caminar me pregunto, ¿Cómo sana el mundo mineral?
Observar a los minerales es entrar en un mundo de formas, geometría y transformación a un nivel infinitesimal que sorprende. Comprender lo que tiene que suceder al interior para que un carbón termine convirtiéndose en la estructura capaz de dejar pasar la luz y magnificarla como diamante, es acceder a la más profunda de las transformaciones y un excelente ejemplo sobre la manera como la naturaleza expresa con belleza su manera de adaptarse positivamente a lo que desde afuera llamamos “trauma”. Si nos vamos más cerca en el tiempo y en la estructura, más hacia afuera en nuestro bosque, una simple roca cualquiera que sufre rupturas en su superficie se convierte en el terreno perfecto para dar origen a un sinfín de huéspedes del mundo vegetal, y lo que en otro contexto se puede interpretar como pérdida de estructura, en este se convierte en la mágica transición entre lo sólido del mundo mineral y lo adaptable y creativo del reino vegetal que coloniza las grietas para hacer su trabajo por la vida del planeta.

Para los minerales romperse es multiplicarse y la lección que nos dejan es de total aceptación a lo que es, un grupo de elementos que proveen estructura y nos invitan, como dice el Dr. Jorge Carvajal, a desarrollar la conciencia mineral para conquistar las cualidades de orden, solidez y transparencia que nutren nuestro cuerpo físico y son el asiento de la vida desde cada uno de los elementos químicos al interior.
¿Cómo sana el reino vegetal?
Un tronco de un árbol caído me enseña un buen ejemplo de la manera como el reino vegetal enfrenta el trauma, mostrando la capacidad de “compartimentación” en la cual aíslan una lesión producida en el exterior y crean una capa nueva de tejido superpuesto que deja guardado en el interior la historia de lo sucedido. Observando los anillos de un árbol es como podemos aprender sobre las épocas que vivió y las características climáticas y nutricionales en cada año de su crecimiento, y que estudia esa ciencia denominada dendrocronología.

Si vamos un poco más allá, un buen artesano o artesana sabe que los nudos que se generan en los árboles le confieren una cierta belleza a las piezas fabricadas con su madera, como si la naturaleza premiara con formas y colores diferentes a los traumas que vivió un árbol. Podríamos incluso decir que nosotras las personas cuando hemos vivido con cierta consciencia y profundidad nuestros traumas, aprendiendo como desarrollar la resiliencia, también adquirimos una belleza interior que se trasluce en compasión y sabiduría y que crea seres humanos muy especiales.
Pero a diferencia de los árboles, a nosotros a veces puede sucedernos que el trauma y sus consecuencias nos sobrepasen, y simplemente creamos capa sobre capa formadas por patrones emocionales rígidos, que a la larga se convierten en duros caparazones que guardan el dolor, y que tarde o temprano terminan por crear problemas a nivel fisiológico, emocional o mental.
El objetivo de nuestra conciencia es evolucionar, tomar de cada circunstancia lo mejor y usar las capacidades que nos confiere nuestro cerebro humano para establecer esas conexiones que nos permitan superar lo difícil para convertirlo en luz.
Integrar en nosotros al reino vegetal, es aprender de su capacidad de adaptación, de ese fenómeno tan curioso de transición entre dos cosas aparentemente opuestas como son un elemento mineral y un vegetal que logran unirse para que la vida continúe, y que representa en nosotros la magia del segundo chakra donde se gesta la vida en la unión de opuestos, que a la larga son complementarios. Las aparentes diferencias se cierran cuando cada uno es y da lo mejor de sí para aportar a esa nueva realidad que busca continuar la vida; estructura y creatividad se unen para que la naturaleza prospere.
La armonía está hecha de consciencia porque la consciencia es aquello que sintetiza la interacción entre los opuestos revelando su complementariedad. Los opuestos son complementarios cuando los podemos unir.
Jorge Carvajal

Otro tronco caído es descompuesto por el paso de las lluvias y de los microorganismos que lo colonizan, y lo que en un contexto se puede ver como muerte, en otro es el lugar perfecto para dar vida a varias especies de hongos, insectos y plantas que ahora encuentran allí el sustrato para subsistir.
La muerte como ofrenda es terreno para la vida.
¿Cómo sana el reino animal?
Compartimos biología, compartimos fisiología, tenemos estructuras cerebrales en común. Nos podemos mirar como espejos en muchas especies para comprender la reparación celular, así como los mecanismos relacionados con el miedo, la agresión, los instintos que nos llevan a defendernos si nos sentimos en peligro, y también ese fenómeno tan curioso denominado “El complejo de medusa”, en el cual la persona se congela literalmente cuando la amenaza o el trauma sobrepasan su capacidad de reacción y no puede utilizar los otros dos mecanismos conocidos, ataque o huida, para responder.
Un bello ejemplo de manejo del trauma es el de la ostra, que convierte un grano de arena que entra en su interior en una perla, recubriéndolo con capas de esa sustancia llamada nácar, y que es parte de su estrategia de reparación.
El desarrollo de tejidos de granulación es la respuesta de la biología a las heridas sufridas en las superficies de humanos y animales, cuyo propósito es “rellenar” los bordes para unir de nuevo el tejido. Muchos animales usan su propia saliva para limpiar y desinfectar las heridas, y tienen costumbres como “retirarse” a algún lugar mientras sanan, comer plantas silvestres o reducir su consumo de alimentos como estrategias coadyuvantes de su proceso de curación.
Sin embargo, la gran cualidad del reino animal es su capacidad de movilidad, esa posibilidad que permite alejarse, huir o defenderse si es necesario, y lo más importante para tener en cuenta en este proceso desde nuestro punto de vista humano, tener la libertad de “moverse” para encontrar solución a las dificultades de la vida.
Mirando a ciertas aves y mamíferos que viven en sociedades aparentemente “primitivas” podemos encontrar los vestigios de reglas para el cuidado de los más pequeños, enseñanzas que pasan de una generación a otra, instintos que se cultivan con la observación de los miembros más jóvenes de la comunidad, liderazgo que se enfoca en el bienestar de la manada y aunque parezca curioso, unos valores que muchas personas ya no tienen en cuenta, como el altruismo, la generosidad y el cuidado de la familia.
¿Cómo sanamos las personas?
La posibilidad que tenemos de sufrir traumas empieza casi desde el momento mismo de la concepción, y digo casi pero en realidad es muy posible que comience desde antes si consideramos los traumas transgeneracionales que se graban en los códigos genéticos pasando de generación en generación.
Necesitamos comprender los mecanismos por medio de los cuales nuestras células y especialmente nuestras redes neuronales guardan la información en términos de esa memoria testigo de los traumas.
Mientras no hagamos un proceso voluntario de llevarlos a la consciencia para desconectar sus efectos negativos, la mayoría de estos traumas permanecerán guardados en lo profundo de nuestro cerebro, y actuarán como programas fantasmas guiando nuestra personalidad y conducta. Al hacerlos conscientes, podemos aprovechar las virtudes que llevan consigo como la luz que ilumina las sombras del mundo interior.
Etapa prenatal, parto y primeros años de vida se convierten en las épocas donde más raíces traumáticas podemos encontrar, no sólo desde el punto de vista fisiológico sino emocional, y dónde es más importante mirar esa profunda conexión mente-cuerpo que como unidad no permite que se sane hasta que ambas memorias no son observadas capa a capa para sacar a la luz de la consciencia sus efectos.
¿Qué pasa cuando un evento o un recuerdo son muy dolorosos y no podemos procesarlos efectivamente? Estructuras arcaicas de nuestro cerebro “reptil” hacen su efecto y “compartimentalizan” en un intento por evitarnos lo difícil, pero a la larga generan zonas a nivel cerebral donde se “bloquea” el paso neuronal o se generan cortocircuitos que inciden no sólo en el cerebro sino en otras estructuras del cuerpo generando trastornos fisiológicos, síntomas y enfermedad. Lo que en otros reinos puede ser un mecanismo sabio para salvar la vida, en los seres humanos es una estrategia que bloquea, produce enfermedad e involución en muchos sentidos. ¿Cuál puede ser la diferencia? Precisamente lo que nos hace diferentes…nuestra capacidad de pensar, sentir y actuar desarrollando la consciencia, y esa misión que tenemos como especie y que tiene que ver no sólo con la vida en esta tierra sino con nuestra posibilidad de conectarnos con algo superior y que tiene la característica de inmortalidad: nuestra alma.
No somos minerales aunque los llevemos dentro, no somos vegetales aunque compartamos estructuras, no somos animales aunque muchas veces nos comportemos irracionalmente como tales, y nuestro deber como especie es integrar la sabiduría de cada uno de estos mundos para ser las personas conscientes y en evolución que nuestra alma desea, llenando de luz todas esas grietas de las existencias anteriores, cuidando la vida por encima de todas las cosas y tomando la fuerza que nos permita afrontar los peligros y los traumas con el movimiento consciente que no genere más traumas y que nos permita evolucionar para acceder a instancias superiores donde el aprendizaje pueda darse de maneras diferentes.
Ahora las preguntas son, ¿Cómo tomar lo mejor de cada reino para sanar? ¿Qué actitudes nos bloquean y cuáles nos ayudan a estar sanos?
En el siguiente artículo llevo mis observaciones a un nivel donde las pueda integrar a la vida, a mi trabajo, a mi botiquín personal; donde busco que las cualidades observadas en cada uno de los reinos tenga una posibilidad de expresión en mi cerebro humano, al tender esos puentes que nos permiten la comunicación y la visión interiores, y que es el lugar donde el camino se torna interno para lograr la transformación.
Marcela Salazar