Ser un Constelador Familiar es tener el privilegio de
abrir una ventana al pasado,
para mirarlo sin juicio, descubrir los nudos
que impiden el paso de la vida,
de la fuerza, del amor y mostrar una imagen
que invite a seguir el camino
para restablecer las relaciones desde
un lugar de amor, de paz y de respeto.
Marcela Salazar
Los sistemas familiares son redes visibles e invisibles que se expresan en lo que somos, en la vida de cada uno de sus miembros, en nuestras tristezas, pérdidas, dolores sin sanar, y también en nuestras alegrías, en nuestra vida, en nuestros logros.

La primera pregunta que me hago cuando llega alguien que quiere solucionar un asunto de su vida es: ¿dónde se interrumpió el amor? Yo me imagino el sistema familiar como una red con muchos hilos de colores, algunos se enredan, otros pareciera que se rompen, dejan de usarse, o el color se vuelve opaco, como amarga se vuelve la vida cuando las heridas son tan grandes que no sabemos cómo curarlas, cuando el dolor nos sobrepasa.
Sabemos desde la biología que una herida sin sanar se convierte en tóxica para todo el organismo y que el dolor es un indicador que nos dice dónde tenemos que mirar para solucionarlo. A nivel sistémico es igual, el dolor de tipo emocional es evidencia de heridas antiguas y una personalidad tóxica es la muestra de que estas heridas son tantas que invaden al ser evitando que se relacione desde lo positivo, desde el amor.
La amargura en los sistemas proviene de todos los asuntos que han quedado pendientes, y un sistema que no se mira a sí mismo para poder evolucionar tiene una gran tendencia a desaparecer.
La mirada del inconsciente personal y colectivo está en lo difícil, en los duelos sin sanar, en las personas excluidas del sistema por haber tenido destinos difíciles o por haber roto las leyes intrínsecas del mismo. Esa mirada significa que vamos a tener el impulso de repetir situaciones del pasado hasta que descubramos la lección pendiente, y que nos encontraremos en un laberinto cuya única salida real la proporciona la consciencia.
Constelar significa la posibilidad de conectar con imágenes del pasado en las cuales podemos “ver” el entramado oculto de las relaciones, y cuando nos abrimos a esta oportunidad, sabemos hacia dónde dirigirnos con la guía del alma que busca a toda costa restablecer ese tejido de colores donde cada uno tiene su lugar y su importancia en la continuidad de la vida.
También significa ponernos a disposición para crecer interiormente, reconociendo que todos somos humanos y que cada una de las personas de nuestra familia es nuestro espejo donde ver luces y sombras que necesitamos integrar.
Cuando suceden eventos dolorosos, lo más común es que evitemos recordarlos, que dejemos de transitar ese camino de la mente y busquemos formas de distraernos para no volver a vivir lo difícil. Sin embargo, el propósito del alma es que antes de dejarlo atrás nos llevemos con nosotros una lección que nos haga mejores seres humanos, y en vez de olvidar nos invita a trascender, que significa también crecer, pasar a otro nivel de la conciencia.
En el camino de la vida en ocasiones somos conscientes de estar andando en círculos, sentimos una fuerza que nos retiene y que en Constelaciones Familiares llamamos “implicación sistémica”, que no es otra cosa que hilos invisibles que se van enredando y no nos permiten avanzar porque provienen de patrones emocionales y mentales poco sanos que se perpetúan generación tras generación.
Si nos volteamos simbólicamente para dar una mirada a los eventos del pasado, seguimos el hilo hasta el momento donde se enredó, y desatamos el nudo, luego podremos usarlo con todo su brillo y su color para tejer la vida a nuestro alrededor, y en vez de entorpecernos el camino, será parte de la fuerza que nos sostenga, de la red de apoyo para los momentos difíciles.
El sistema familiar puede producirnos debilidad cuando no queremos mirar a lo difícil o fortaleza cuando aceptamos el reto y vamos descubriendo las virtudes que provienen de haber trascendido el dolor.
Las generaciones que nos precedieron tuvieron cada una sus lecciones, algunas cumplidas otras tal vez aún por aprender. Recibir todo lo que nuestro sistema trae significa aprovechar los aprendizajes de nuestros linajes materno y paterno, y en nosotros, darnos cuenta de qué aspectos tenemos todavía por descubrir, que serán fundamentales en las decisiones que tomemos en la vida.
Cuando participamos en la Constelación Familiar de alguien más, tenemos la oportunidad también de sanar nosotros mismos, de integrar situaciones aunque no las veamos tan de cerca como en nuestro propio sistema, porque ser representante significa caminar en los zapatos de alguien más para comprenderlo.
Frecuentemente nos ponemos en un lugar de juicio de los actos de otras personas, nos imaginamos que nosotros “lo hubiéramos hecho diferente”, “mejor” y cuando hacemos esto con nuestros antepasados, perdemos la fuerza que proviene de ellos, porque los “empequeñecemos” desde muchos puntos de vista. Para poder recibir la fuerza de la vida, necesitamos hacernos más pequeños que los que nos precedieron, sólo así estamos dispuestos con el corazón abierto; mientras mantengamos el orgullo que nos hace arrogantes, la vida nos llevará a caer una y otra vez para invitarnos a ocupar nuestro lugar en esa jerarquía familiar.
Con hilos de colores la vida se va tejiendo, y todos los colores son necesarios para que ese tejido esté acorde con la realidad. Constelar también significa ser consciente de ello, cuando podemos descubrir que cada uno de los miembros de nuestro sistema hizo lo que creyó mejor en su momento, y que los errores, caídas, fracasos, pérdidas son sólo las oportunidades que nos da la vida de aprender a tejer de una manera distinta.
Cuando parezca que todo está enredado, oscuro, difícil, abre una ventana al pasado, tal vez la luz se filtre por ella y puedas descubrir cómo seguir tejiendo la vida con hilos de amor.
Marcela Salazar