Constelaciones Familiares, Crecimiento Personal

UN PAPÁ DE COLORES

Al maravilloso Papá que me tocó en suerte, y que me enseñó a mirar la vida desde muchas Perspectivas

Hay papás altos y bajos, papás gordos y flacos, papás malgeniados y divertidos.

Pueden haber estado muy presentes en nuestra vida o simplemente haber dejado una semilla para que llegáramos al mundo. Algunos se habrán ido muy pronto, dejando un vacío que se puede llenar de mil formas, la mejor de ellas adquiriendo todas esas cualidades y enseñanzas que no alcanzaron a pasarnos en la vida diaria.

Hay papás estrictos que nos ayudan a forjar límites, desarrollar la disciplina y los valores, y hay otros que con sus humanas imperfecciones pueden llevarnos a la misma meta dependiendo de nuestra elección.

Existen los papás creativos que ven la vida de muchos colores y deciden experimentar diferentes puntos de vista, caminos y oportunidades y otros que se quedaron con las imágenes en blanco y negro del pasado y prefieren repetir el modelo conocido para no equivocarse.

Hay papás que se han equivocado mucho, otros cuya historia completa no conocemos y están aquellos que por su trayectoria parecen intachables y sin embargo todos son papás humanos, que cayeron muchas veces y decidieron o no levantarse. Esa también es nuestra elección.

Lo cierto es que si estamos aquí, es porque tuvimos un papá que nos dio mínimo la mitad de la vida con todo lo que viene detrás, y cuya presencia pudo ser variable dependiendo de muchos factores; a veces desde la distancia si esa era la lección que necesitábamos aprender o más cerquita si la enseñanza lo requería.

Yo tengo la suerte de haber tenido un papá multicolor…

Su vida, su personalidad, su manera de enfrentar los retos de la vida han sido un ejemplo siempre para mí, y me han llevado por caminos de aprendizaje que me enriquecen y me ayudan a ser la persona que soy.

Con mi papá aprendí desde la tierra a mirar a las estrellas para ubicarme en una noche oscura en medio del campo, y también a volar sobre las nubes descubriendo formas, manteniendo la visión en lo importante y conservando la seguridad en todo momento.

Él me enseñó con su ejemplo la valentía, la capacidad para levantarse una y otra vez, así como trajo a mi vida desde temprana edad la literatura, la música y la fotografía como parte de esos placeres que hoy son imprescindibles en mi vida.

De su mano aprendí a moverme por el mundo, aún en los terrenos que para él mismo parecían no tan agradables; me abrió las puertas y me contagió con el espíritu de la aventura, y mi mundo se amplió en todas las direcciones para tener la oportunidad de vivir, aprender y crecer bebiendo de fuentes mucho mas allá de la seguridad del Hogar.

Mi papá me enseño a ver en colores, a escuchar en otros idiomas, a sentir la fuerza del viento en la cara y a disfrutar los rayos del sol; también a percibir diferencias sutiles en el mundo a mi alrededor como buen explorador que prepara a su hija para seguir pistas y rastrear, lo que a través del tiempo se ha convertido en cualidades útiles en mi labor como terapeuta cuando ayudo a las personas en sus caminos de descubrimiento personal.

En medio de los viajes que hicimos aprendí a desarrollar la solidaridad, a compartir los conocimientos y las experiencias de vida, disfrutando de la oportunidad de conocer personas de mundos muy diferentes al mío y valorando cada gesto de hospitalidad y amistad como un tesoro.

En las aventuras de la familia, mi papá como guía se perdió muchas veces, se equivocó de camino, tuvimos retrasos, caídas en huecos, cambios de plan de vuelo y todas las vicisitudes que se pueden vivir cuando perteneces a una gran familia, pero siempre con mucha tenacidad, un toque de intuición, algo de humor y el apoyo incondicional de mi mamá, nuestro guía regresaba al camino y el viaje terminaba en casa convertido en una anécdota más de nuestra historia familiar.

No existen viajes perfectos ni guías perfectos, y el mejor maestro es aquel que se ha perdido muchas veces porque aprende a usar la brújula y rastrear las señales para encontrar el camino de vuelta a casa.

No tenemos padres perfectos, pero sí una herencia llena de aprendizajes que se transmiten de generación en generación, ya que todos recibimos junto con nuestro ADN además de unas características físicas muchas cosas más, expresadas en forma de actitudes, pensamientos, emociones, seamos conscientes o no de ello, nos agraden o no. Es curioso además que entre más las negamos más las expresamos, y que a medida que las hacemos conscientes aumenta nuestra capacidad de elegir quién queremos ser.

Yo he elegido tomar muchas cosas de mi papá, de su vida, de sus aprendizajes y también de sus errores, y agradezco profundamente todo lo recibido en forma de experiencias, lecciones, momentos inolvidables y palabras grabadas a fuego en la memoria y en el corazón. Mi visión de mi papá es única porque depende entre otras cosas de mi manera de ver el mundo, de la interacción entre ambos, de los momentos compartidos y aunque sea difícil de comprender, mi experiencia de papá no es la misma que vivieron cada uno de mis hermanos nacidos en épocas y circunstancias distintas. Es como si cada uno tuviera un papá y una mamá diferentes: los que cada uno necesitaba.

La mejor elección que ha hecho mi papá en su vida, ­–escoger a mi mamá desde el día que se conocieron hasta el último que compartieron–, lo ha hecho por encima de todo un hombre sabio y el amor que siempre le expresó de muchas formas es un tesoro que como hija me llena de alegría.

Hoy es un día para recordar, agradecer y honrar a mi “papá de muchos colores”, desear tener su gran corazón y su capacidad para volar siempre por encima de las nubes.

Marcela Salazar González

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